Entrenan duro y tienen rutinas de trabajo muy estrictas. Están siempre listos para acompañar a un ciego, ayudar a un nene en una terapia, buscar víctimas en catástrofes, detectar explosivos y drogas o custodiar gente. No es que no les guste dormir, jugar o revolcarse. Son perros que trabajan. Y parecen contentos. O al menos eso dicen sus colas movedizas.
Diario Clarín- Argentina.
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